Lourdes Valdor: «En el 80 entrenaba los 100 metros en los pinares de Liencres, con unos tacos individuales serie arriba y serie abajo. Cuando llegaba al tartán de la competición me faltaban las piedras»

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Texto de Ángela Ruiz Terán
Imágenes: Velasco, RFEA y Ángel Tomás

Jugar a ser atleta mientras coleccionas oros y bates récords solo está al alcance de quienes aman este deporte por lo que hace sentir y no por lo que puedes lograr. Lourdes Valdor era de esas, de las que hubieran sido atletas sin pretenderlo, cuando el correr era simple y placenteramente correr. “A estas las gano yo”, decía la pequeña Lourdes cada vez que veía en el periódico a las que le precedieron en el atletismo. Y como quien la sigue la consigue, su insistencia la colocó en la línea de salida de sus primeros 60 metros en la hierba de los campos del Racing, después en la ceniza de Sniace y en el tartán de Madrid, para acabar en los estadios de medio mundo. Lourdes supo llegar a la élite sin grandes entrenamientos, sin zapatillas de clavos, ni pista, pero con muchas ganas. Esas eran las reglas de ese juego de vida que la convirtió en la velocista española por excelencia de los años 79 y 80. Vocación, afición y sobre todo mucho talento, de eso iba sobrada la que fuera plusmarquista nacional de 100, 200 y 60 metros. “La falta de instalaciones lo tienes que suplir con las ganas, y antiguamente teníamos mucho de ganas y poco o nada de instalaciones”, desvela. Lourdes encontró en Cantabria los cimientos de sus logros, ni siquiera las facilidades de Madrid la hicieron conseguir lo que cultivó ya en su tierra. Vivió como protagonista dos Campeonatos de Europa de pista cubierta (Atenas 1985 y Madrid 1986); tres Campeonatos Iberoamericanos (Barcelona 83 con oro en 4×100 y bronce en el 100, La Habana 86 y México 88 con el oro en 4×100); y fue ocho veces campeona de España (tres de 100, las mismas que de 60 en pista cubierta, y dos en 200). Un currículum deportivo con sello cántabro que se completa con el aún vigente record regional de 100 y 60 metros en pista cubierta. Más de medio siglo después de esas primeras zancadas, Lourdes sigue siendo esa “niña inquieta” a la vera del deporte.

– ¿De dónde surgió su interés por el atletismo y cómo recuerda esos inicios?

Los inicios fueron difíciles porque carecíamos de instalaciones. La ventaja es que estábamos todo el día en la calle, jugabas a correr. No había televisión y el deporte era una de las formas de hacer cosas y de desfogarnos, los que éramos inquietos. Yo veía que ganaba a todo el mundo e insistía mucho a mi familia en que quería correr, pero en aquella época no había escuelas ni iniciativas en los colegios y no llevaban sección femenina. Con 13 años hubo una competición para ver si salían talentos, el Galardón Deportivo. Se hacía selección por toda la región y luego se disputaba una final. Fuimos al campo del Racing, corrí 60 metros en la hierba y gané. Todo esto con las zapatillas que había porque no sabía lo que era una zapatilla de clavos. La final era en Los Corrales y gané también el 60 con 7.8′, una marca muy buena pero que se quedó en eso. Yo seguía siendo muy pesada en casa con que quería correr hasta que mi tío Pepe me llevó a una competición a las pistas de Sniace para ver si me tranquilizaba. Llegué, gané e hice record de Cantabria, pero no volví a competir más ese año.

– ¿Cómo consigue una atleta sin medios ni instalaciones ser internacional con 17 años en pruebas como la velocidad o el salto de longitud?

Con mucha afición. No entrenaba como tal pero en realidad estaba todo el día en la calle haciendo un entrenamiento natural. También era muy explosiva, tenía mucha aceleración y tobillo, corría mucho por esas cualidades. Con 15 años ya entrenaba en los campos del Racing, pero ibas a jugar. Me acuerdo que iban otras chicas como Mariví Huerta o Pilar Fuarros y nos lo pasábamos fenomenal juntas. Competía en Sniace en la ceniza con mis zapatillas normales hasta que un día me dejaron unas de clavos que me estaban grandísimas. Después me compraron unas de plástico, malísimas, con cuatro clavos, y me seleccionaron para los Juegos del Cantábrico en A Coruña. Se competía en todos los deportes y era una experiencia alucinante, además gané el 100 y la longitud, de hecho fui internacional por primera vez en salto de longitud. Al año siguiente volví a ganar el 100 y el 200 en Lugo y ya fui internacional absoluta con 17 años y récord de España de 4×100 con el equipo nacional, pero todo esto se tomaba como un juego. En el 72 quedé campeona de España yendo a entrenar tres días a la semana. De esa época guardo muy buenos recuerdos por lo bien que nos lo pasábamos, no había rivales ni piques, eso lo viví cuando llegué a Madrid. Cuando empecé a ser internacional con mi amiga Rosa Colorado, íbamos a los viajes a disfrutar, esa obsesión por cuidarse no existía.

– Como decía, su primera internacionalidad fue en salto de longitud pero a pesar de ello decidió centrar su carrera atlética en la velocidad, ¿se planteó alguna vez dedicarse más al salto?

Realmente saltaba sin hacer entrenamiento específico de longitud, pero tenía muy buena base para el salto, entraba rápido a la tabla y tenía una gran batida. Sin embargo, no me lo planteé y me centré en el 100 porque es mi mejor prueba. Y el 60 me encantaba. Cuanto más corto mejor, mis cualidades eran la velocidad de reacción y la aceleración, en los primeros 30 metros no me ganaba nadie. Cuando no había tacos conectados a un aparato de control de salida, alguna vez me dieron salida nula porque decían que en 30 metros no podía sacar tanto, era todo a ojo del juez. Había cosas que antiguamente te perjudicaban bastante, como los cronometrares manuales, porque carecíamos de los mecanismos que hay ahora. El día que hice 11.5’, que era récord de España en cronometraje manual, había un crono de 11.3’, otro de 11.5’ y otro de 11.7’. Además a veces había también como una barrera psicológica en cuanto a los tiempos.

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– Sus mejores años atléticos los vivió entrenado en Cantabria, pero también estuvo un tiempo en Madrid. ¿Cómo fue ese periodo de cambio?

Cuando fui a Madrid a estudiar, con gente que entrenaba muy en serio y cuidándose mucho, no conseguí volver a levantar cabeza. Estaba desmoralizada, yo iba habiendo quedado campeona de España de 100, 200 y 60 y veía que no corría. Era como una extraña, estaba agotada. Estuve cinco años fatal, estudiaba Educación Física y el plan de estudios en aquella época era nefasto para hacer un deporte de competición, me levantaba a las siete de la mañana para natación y terminaba a las siete de la tarde y luego iba a entrenar. Continuaba porque estaba convencida de que cuando regresara a Santander iba a volver a mis marcas. Y efectivamente, regresé a Santander en el 79 y volví a mis marcas, es más ese año hice récord de España de 100 y de 200.

Mis mejores marcas y mayores éxitos los conseguí en Santander y sin instalaciones. En el 80, cuando volví de Madrid, no tenía ni pista de atletismo para entrenar. Entrenaba en el bosque de Liencres porque la pista de La Albericia la estaban convirtiendo al tartán. Iba todos los días a Liencres para preparar los 100 metros y no podía hacer ni multisaltos, ni salidas de tacos, ni foso de longitud, ni vallas. No podía entrenar absolutamente nada más que correr, y aun así hice récord de España de 100 metros y quedé subcampeona de 200 y campeona en 60 con récord nacional. Cuando inauguraron La Albericia tampoco teníamos transporte, íbamos en autobús hasta el Cine Mónaco -Campogiro- y subíamos por todos los prados hasta llegar a entrenar al Complejo.

– Dos campeonatos de Europa de pista cubierta, tres campeonatos iberoamericanos, récords nacionales, campeonatos de España de 100, 200 y 60 metros pista cubierta, ¿con cuál se quedaría?

Tengo muy buen recuerdo del año 80 por las dificultades que tuve para entrenar. Tenía unos tacos de esos individuales, de dos bloques, me los colocaba en el bosque de Liencres, y hacía series para arriba y para abajo. En las primeras carreras recuerdo decir: “me faltan las piedras”. Era una sensación rara en los apoyos, hasta que te acostumbrabas otra vez a correr en el tartán. El 79 también fue muy buen año porque quedé campeona de España de 100 y 200 en Barcelona y había hecho récord de España en el 60. Luego estuve unos años con la rotura parcial del tendón de Aquiles y hasta el 85 no volví otra vez a estar bien. Del 85 al 88 estuve mejorando mis marcas pero tenía muchísima competencia con Blanca Lacambra, Sandra Myers, Cristina Pérez, que eran unas excelentes velocistas y con las que tenía muy buen rollo. Aunque mejoraba marca ellas corrían más. El año que me retiré hice mi mejor marca pero recuerdo que no se apostó por el 4×100 para los JJ.OO. de Seúl. Me queda la cosa esa de que podía haber ido a unos JJ.OO., pero la decisión de retirarme ya la había tomado con anterioridad.

– Era una decisión ya premeditada pero, ¿qué le llevó a tomarla aun estando en buena forma?

Decidí retirarme porque ya estaba cansada. Ya en ese año, el 88, no quería estar cada fin de semana con viajes y seleccioné solo algunas pruebas para ir con hambre de competición. Y así ocurrió, me fue muy bien. Es curioso porque yo estaba trabajando en Asturias en ese momento y allí sí que tenía instalaciones. Ya no miraba por la ventana para ver qué día hacía para entrenar porque entrenaba en el Palacio de los Deportes. Ahora a veces echo la vista atrás y lo pienso, justo cuando tenía unas buenas instalaciones me retiré… pero quería hacer otras cosas.

En Cantabria no solo entrenaba, trabajaba y entrenaba a niñas y eso me llevaba mucho tiempo. Trabajaba en el colegio Las Esclavas y veía a niñas que destacaban mucho. Las empecé a preparar después del colegio y al final del día entrenaba yo. Eso me quitaba mucho tiempo para mí y mi descanso pero no me arrepiento. De hecho tuve atletas muy buenas, incluso una de ellas, Patricia Morales, llegó a internacional y la becaron en el CAR de San Cugat.

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– ¿Qué relación guarda ahora con el atletismo?

Solamente de información y me lo veo todo por televisión, eso sí. En Cantabria no he ido a la pista a ver competiciones pero sí me meto en la web de la Federación y miro resultados. Cuando trabajé en el Instituto La Albericia y daba las clases de atletismo en el Módulo estuve más en contacto, y después mis sobrinos-nietos empezaron en la escuela y les llevaba yo a entrenar. Más tarde lo dejaron, me jubilé y no volví a ir por ahí. Pero al deporte siempre estoy vinculada, cada día tengo que hacer algo, no puedo estar quieta. En la enseñanza, como profesora, también intenté que algunos alumnos buenos fuesen a entrenar, pero no había forma porque ahora ya hay otras distracciones. Así que actualmente todo lo que sigo es a nivel de prensa o por internet, algo que ha cambiado mucho. Antiguamente se hablaba de deporte y teníamos mayor difusión en prensa tanto regional como nacional, ahora solamente se habla de fútbol. Únicamente te informan cuando hay Europeos, Mundiales o JJ.OO. y es muy triste. La publicidad y promoción mueve mucho la afición y no puedes enganchar a los niños cuando no se habla de ello.

– Como seguidora de los resultados del atletismo en la región, ¿cómo valora el sector de la velocidad en la actualidad?

La velocidad está muy bien con Lara Gómez, que fue campeona de Europa sub 23 en el relevo 4×100. Me alegra muchísimo que se esté apostando por eso. Eso me demuestra que apostando por el relevo se hubieran hecho muy buenas marcas. En los Iberoamericanos nosotras corrimos el relevo pero no se entrenó. Si no había un entrenamiento los cambios no podían ser buenos, a pesar de que quedamos primeras. Ahora me alegro mucho de ver esos resultados en los relevos nacionales y de que se esté apostando más.